miércoles, 2 de mayo de 2012

Mis rinconcitos - La Gavidia


Cada vez que doy un paseo por el centro de Sevilla me busco cualquier excusa para pasar por la Plaza de la Gavidia, un lugar que parece secundario al estar medio escondida por las anexas Plaza del Duque y de la Concordia, más transitadas y populares. Pero no puedo evitar la necesidad de parar un rato en un banco a ver esa magnífica obra de Antonio Susillo que es la estatua de bronce de Luis Daoiz, “heroico hijo” de la ciudad, según reza la placa del monumento.


Una fiera figura, con el pie adelantado, desafiante mientras mira al frente con unos ojos a lo Travis Bickle. Una mano sostiene un pañuelo retador mientras la otra descansa en la vaina del sable de capitán del arma de Artillería. Y es que el conjunto del memorial a Daoiz es un completo poema dedicado a este cuerpo tan ligado históricamente a Sevilla.

Daoiz protagonizó, junto al también capitán Pedro Velarde, la gloriosa (y estéril, por tanto) gesta del Parque de Artillería de Monteleón del 2 de mayo de 1808: ser los únicos militares que secundaron el alzamiento popular contra el invasor francés, detonante de la Guerra de Independencia.

Pérez Reverte, en la reconstrucción novelada de aquél día, Un día de cólera (Alfaguara, 2007), lo describe como un artillero callado, centrado y decidido, pero también consciente de lo que sucedía y de qué papel –cobarde por supuesto- jugarían sus superiores si el ejército se unía a la rebelión. En contraposición, encontramos a un Velarde más impulsivo, temerario y pasional, con un espíritu correoso y encendido que clama por hacer algo ante la injusticia.

La orden era cerrar las puertas. Olvidarse de los madrileños que manchaban con su sangre las calles de una España inculta pero valiente, sometida pero indomable. Daoiz y Velarde dijeron que no, armaron al vecindario y sacaron los cañones a la calle para enfrentar a la infantería de Murat. Ninguno de los dos sobrevivió a aquel día.

Estos sentimientos encendidos son los que transmite el monumento, lo que hace que merezca la pena quedarse un rato mirándolo… imaginarse estar allí, frente a las puertas del cuartel, con el ejército de Napoleón, ese que paseaba por Europa conquistando lo que pisa, esperando pasarte a cuchillo, mosquete y bombazo a ti y al grupo de infelices soldados y ciudadanos que te acompañan.

No puedo reprimir el impulso y me levanto del banco animado por el instinto y la acción. Tan rápido que asusto al barrendero, el único que me acompaña en la solitaria plaza. Me mira con cara de sorpresa y reprobación al mismo tiempo.

Lo ignoro y me vuelvo a centrar en la figura de Daoiz, cuya estatua mira hacia la antigua Capitanía General, hoy reconvertida en sede de la Junta de Andalucía, el mismo edificio junto al que nació en 1767. A sus pies, el monumento está cercado con numerosos motivos artilleros: la verja, 0de bronce (fundido, al igual que la propia estatua, en la antigua Fábrica de Artillería de Sevilla), está formada por cañones, atacadores, cepillos y sogas.

Las culebrinas, tal es el nombre de ese tipo de cañones, siguen el patrón de aquella época, las asas con forma de delfines, el escudo real de Felipe V, la divisa Violati fulmina Regis, Los rayos del Rey ofendido(!), y los nombres asignados a cada una de las piezas. En este caso, los inscritos son los asistentes a la inauguración del propio memorial, allá por 1889: Velarde, Soane, Espinosa..., ilustres sevillanos que levantaron el monumento a su hijo predilecto.

Para saber más sobre estos asuntos castrenses es recomendable el pormenorizado estudio de la materia, 700 años de Artillería, que en realizó el Coronel Don Antonio de Sousa.


Los bajorrelieves del pilar representan, por un lado, la defensa de Monteleón y, por el otro, la agonía del héroe, Daoiz en la cama y rodeado de camaradas, una escena de las más destacables del libro de Reverte.

Hoy se cumplen 202 años de aquél día. Y me vuelvo a sentar frente a Daoiz, en otro momento de crisis que acosa al país, a reflexionar sobre la influencia de Francia, si alguien se alzará de nuevo contra la invasión (económica en este caso), si por fin tendremos un líder de esos que saben qué hacer y cuándo… quizás habrá que sacar de nuevo los cañones a la calle y dárselos al pueblo.


domingo, 1 de abril de 2012

Ante situaciones desesperadas – Rorke’s Drift


“Cuando dios aprieta, ahora pero bien”. Esa frase se la oí hace tiempo a Guillermo Fesser e ilustra muy bien cómo camina el mundo actualmente. Gracias a familiares y conocidos, a algún chanchullo o apaño temporal, muchos estamos capeando esta  crisis. Falta o ausencia de ingresos, escalada de precios, trabajos invisibles o números rojos conducen a muchos a una situación desesperada y, a nuestros ojos, sin soluciones posibles.

Momentos de oscuridad absoluta, ¡sí señor!. Como esos que llenan los libros de historia que me encantan. De ahí que cuando veo a amigos que no tienen nada a lo que aferrarse, cualificados y preparados como están, me gusta recordar a John Chard y sus casacas rojas en aquel valle perdido al borde de Zululandia, en lo que ahora es Sudáfrica.

Un ejemplo de cómo salir de callejones sin salida, con determinación y disciplina, usando lo que está a mano y sabiendo que la ayuda nunca va a llegar.

File:Lieutenant J R Merriott Chard.jpg

jueves, 29 de marzo de 2012

Los hámsters no hacen huelga



Daba vueltas por casa cerca del mediodía mientras escuchaba la radio, esperando para marcharme al centro de la ciudad a reencontrarme con una manifestación después de ocho años sin ir a ninguna, cuando me dio por ir a cambiarle el agua al hámster, que en su tónica habitual dormía plácidamente en el petite palace que le compré, echándose la siesta cuando algunos llevábamos ya cinco horas en planta.

Al sacar el tarro de agua lo desperté y me miró con un sadismo a lo Jack Torrance, también habitual en un bicho con buena propensión a morder. ¿Por qué me molestas si hay huelga hoy? Eso parecía preguntar.

Pensé en si estos pequeños roedores se preocuparían alguna vez de temas como derechos laborales, copago sanitario, primas de riesgo y demás historias que oigo por todas partes. Fui más cínico e intenté imaginarme qué pasaría si, de buenas a primeras, empezara a cobrarle por el agua que hasta ahora le salía gratis. O qué pensaría si le sustituyese el serrín de primera, en el esconde su comida, por cartón reciclado, que a mí me sale más barato. ¿Qué haría? ¿Me mordería (aún más)? ¿Intentaría escaparse y encontrar un dueño más benévolo?



O, quizás, todo lo contrario. ¿Asumiría que todo lo que siempre le ha sido regalado tiene un coste? Que alguien tiene que pagar para que el tenga alimentos, algodón, juguetes y más enseres… Y, si hay que pagar, se paga. Que a mí me salen por un pico todos sus caprichos, oiga.

En medio de esta absurda nebulosa de pensamientos, de mundos enanos donde hámsters con pequeños trajes de obreros portaban minipancartas y viajaban en coches enanos, caí en la cuenta de que la locutora de la radio daba la última hora sobre el seguimiento de la huelga.

Era una radio generalista y la mujer evocaba sueños de revolución social, de ética periodística en periodo de crisis, cuando dio paso a la publicidad… ¡Publicidad!

En un momento hablaba sobre el papel del periodista que defiende la huelga, pero ha de estar al pie de la noticia por su relevancia informativa –una Huelga General, nada menos-, y al siguiente tiende la mano a las empresas que pagan su sueldo (Yo también tengo que llegar a fin de mes). Es decir, labor social y cheque al portador, por favor. Por no hablar de lo que dicen por la otra orilla. Unos que si liberticidas, otros que si Barcelona es Monte Arruit… Y nadie protesta.

Luego de la publicidad, el típico diálogo de besugos entre políticos. El Gobierno dice que la huelga “no cambiará ni un ápice la reforma laboral” y que “velará por el derecho de los que quieran ir a trabajar”. Que lo que tu digas chaval, protesta lo que quieras, pero mañana que te sigan explotando. Y no insistas, a ver si al final te confiscamos también el hámster.

De ahí, dan paso a la oposición. Básicamente, que los otros son muy malos, pero mientras la gente se echa a las calles, nosotros nos callamos bajadas de pantalones y escándalos internos. Que hay que tener cara (y estoicismo). Y nadie protesta.

El turno de los sindicatos. Os lo voy a ahorrar: autobombo y palmaditas en la espalda. Nada sobre la desidia y la burocracia, el ansia de poder y los lazos ideológicos que los han alejado de esos que tanto les gustan citar, los trabajadores.

Y de trabajadores, a los empresarios. Pero no mi primo el ferretero. Ni Martín, el dueño de la agencia de viajes. Aquí hablan Cebrianes, Aliertas, Botines, Roiges, Llopises & Co. Que uno duda qué tienen más caliente, si el bolsillo o la boca. Pericles ha muerto. Esparta espera tras las murallas. Nadie protesta. De nuevo.

Se hace tarde. Y aquí, la casa sin barrer.

Con cara de imbécil, como muchos se sentirán ahora, me doy cuenta de un detalle: el hámster se ha subido en la rueda. Lleva un rato corriendo en ella. Mordisquitos se llama. Nombre que le viene como anillo al dedo y del que hace gala en cuanto tiene oportunidad. Arisco, sí, pero se ha ganado el cariño de toda la familia.

Caigo en que cuando lo compré fui yo el que elegí tener un animal a mi cuidado. Fui el que decidió qué hámster iba a tener en casa. El que asumió lo básico: alimentación, cuidados, limpieza, y lo asociado, como juegos, caprichos y juguetes.

No sé (y nunca sabré) qué hubiera elegido él. Es mi responsabilidad. Como debería serlo de cualquier gobierno, partido, institución, medio de comunicación.


Me cambio. Ahora llevo una sudadera blanca, evocando Marston Moor. Sin color ni palabras vacías. Esa será mi opción, como ciudadano de un país que da más de lo que recibe y merece más de lo que muchos apostarían.

Me voy a protestar. Sin otro lema que luchar por un futuro. Que me vean conocidos y desconocidos, pese a que muchos han decidido que todo lo que siempre “les ha sido regalado” tiene un coste.

Sonrío antes de cerrar la puerta, imaginando a un mini Delacroix pintando un hipotético Mordisquitos guiando al pueblo.

El hámster, ajeno a mi extraño humor, rueda y rueda.

jueves, 22 de marzo de 2012

Hombres ordinarios, Cosas extraordinarias


Este blog nace con la esperanza de rescatar aquellas historias que siempre quisimos que nos contaran: aventuras, viajes y personajes, relatos reales que superan la ficción, héroes (y heroínas)… siempre desde un ánimo curioso y didáctico, para señalar aquellas acciones y aquellos rasgos y principios que han convertido a personas que eran como cualquiera de nuestros vecinos en alguien a quien seguir, admirar o respetar. En resumen, siguiendo a Churchill, “Ordinary Men (doing) Extraordinary Things“.